Frei Denker

17.7.07

Duende de la luz


19.03 Roger Waters presentó su gira “Dark Side of The Moon Live” frente a 60 mil personas. Pócimas de irresistibles sabores en un show desequilibrante. por Carmen Fanjul

Alguien lo llamó duende y lejos está de referirse a pequeños seres mitológicos; pues es una noción totalmente abstracta. Federico García Lorca asevera en una de sus conferencias que el duende es un poder y no un obrar, un luchar y no un pensar. Lo define como eso que hay que despertar en las últimas habitaciones de la sangre, donde los conocimientos y los métodos no existen; donde lo que vive en las venas salpica al público empapándolo de un bordó intenso, símil al de una copa de vino delicioso.

Es que el músico puede ser técnicamente perfecto, sin desprolijidad alguna, con el profesionalismo y la geometría exacta. Pero sin esa cuota del no sé qué que él llama duende... la sangre no salpica. Entonces mientras regreso en el tiempo y recuerdo mi estremecimiento al sentir, palpar, oler, saborear y moverme con Roger Waters; confluyo en esa imagen esencial del artista, justamente la que hace que sea.

Sobre grandes planchas de plástico blanco que cuidaban del suelo; niños y niñas de todas las edades apoyaron sus pies demasiado cerquita, cada vez más. Una multitud acordó encontrarse ese día en esa franja horaria y todos quisieron estar más cerca. Sin aire, noción espacio- temporal, visión y con muchísimo más sudor; algunos debieron irse de esa bola humana que se transportaba anarquista en el campo de River cuando el ex Pink Floyd apareció pequeño –y gigante-, en el escenario. Estaba acompañado de su banda integrada por Andy Fairweather- Low -guitarras y bajo-, Snowy White –guitarras-, Dave Kilminster –guitarra y voces-, Graham Broad -batería y percusión-, Ian Ritchie -saxo y bajo-, Harry Waters –teclados-, Jon Carin -teclados, guitarras, programaciones y lap steel, voces-, P. P. Arnold –voces-, Katie Kisson –voces- y Carol Kanyon –voces-.

Como era esperado, el show previsto para las 22 del sábado comenzó sólo siete minutos más tarde. Antes, la pantalla “gigante” había mostrado una botella de wisky, un cigarrillo y una radio que te transportaba musicalmente en el tiempo. “In the flesh” fue la apertura, tras una ovación inaudible. Siguieron otros grandes temas como “Mother”, “Set the controls for the heart the de sun”, “Wish you were here”, “Southampton Dock” y “The fletcher memorial home”. El sudor ya había pasado pero las gotas aún se deslizaban por las prendas, aunque ahora era tiempo de lágrimas viscerales que sabían a pasado; un sentimiento como de tango progresivo. También hizo piezas destructivas como “Shine on your crazy diamond” (Part 1-5) y “Have a cigar” más otras dos composiciones de sus discos solista. “Sheep” sonó cuando el ya famoso cerdo inflable volaba con la multitud y mostraba frases pintadas como “Kafka Rules. OK. Encierren a Bush antes de que nos mate a todos”, “Videla, Galtieri, Thatcher, Bush; todos dan asco” y, principalmente, la leyenda que decía “¿Dónde está Jorge Julio López?”. De fondo, ese solo maravilloso.

Esta etapa funcionó –para qué mentir...- como un aperitivo excesivamente delicioso ante lo que todos imaginábamos que vendría y como una confirmación fidedigna de la profesionalidad del músico quien mantuvo durante todo el show un caudal de voz inmenso. Lo próximo sería una locura, muchos temían por sumergirse en ella y otros no podían ya esperar más. Un pausa de algunos minutos –aunque el tiempo allí no corría, evidentemente- y se vendría el resto del show.

Y ahora bien, es complejo explicar con palabras cómo fue escuchar Dark Side –completito, y más- en vivo, por Waters. Fuimos monedas de las cajas registradoras, agujas de relojes, niños destruyendo con su mente un muro de ladrillos blancos en el desierto y, fundamentalmente, leucocitos combinados que se agitaban dentro de las engrosadas venas y murmuraban en consonancia que la infección se expandiría por todo el cuerpo. La anatomía se reveló a las leyes biológicas.

“Dark Side...” fue un compacto momento cumbre de la rigidez de un ladrillo, pero con pasajes profundamente extrasensoriales que se manifestaron el huecos físicos y mentales muy satisfactorios. El cambio fue paulatino, lo primero conmovedor de esta segunda fase fue “Time” al sumergirnos en una especie de cosmos dorado en el que el sonido cuadrafónico ya demostrada su impenetrabilidad y advertía lo que se avecinaba. Entre todo Dark Side también llegó un “Money” potente y teletransportador, con el cual abandonamos el suelo de River para pisar como gnomos el centro de alfombra verde de una caja registradora. Volvimos tras un período de tiempo x, cuando la inagotable voz femenina de Carol Kenyon interpretó “The great gig in the sky” y convirtió todo en un momento de estática física muy conveniente. Pero el pasaje de la noche fue, sin lugar a dudas, “Brain Damage”. Impecable desde lo sonoro como desde lo visual. Los colores luminosos que atraviesan aquel prisma –representados con láser- pasaron por sobre las cabezas de todos lo que allí estaban presentes. Uf... es kamikaze tratar de transmitirlo en palabras. Fue algo verdaderamente impactante, los adultos lloraron como niños sin chupetín con sus manos tapando sus ojos y mejillas y las lágrimas desfachatadas huyendo de ellos. No podían creer lo que sus sentidos tenían la capacidad de recibir. No faltaron tampoco temas clásicos de The Wall como “The Happiest Days of Our Lives”, “Vera” (disco II), “Bring the Boys Back Home” (disco II). Y los bises “Another Brick in the Wall (disco I)” y “Comfortably Numb” (disco II), para cerrar un show extensísimo desde la lógica (ya dijimos que el tiempo no podremos medirlo cuantitativamente esta vez) y demasiado breve desde el deseo.

Hubo tres momentos clave en el show, que obviamente se valió –en todo momento, aunque más o menos eficazmente- de sus proyecciones visuales. Cronológica y ascendentemente fueron “Wish you were here”, “Money” y “Brain Damage”. Ahora es momento para subsanar dolores físicos, melancolías artístico- espirituales y replantearse qué hacer con la abstinencia Floyd post- RW. Todo fue un deseo insaciable frente a semejante despliegue artístico, el más sublime que jamás haya visto.

por Carmen Fanjul
Fuente: www.ciudadabstrakta.com
A juggler IN THE MOON 9:35 p. m. .

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