21.4.07
El asesino sabe más de amor que el poeta
He concebido en ésta parte de mi recorrido varias hipótesis. Ninguna comprobable, ninguna descartable. La duda permanece en el sillón de amo, me mira fijo y sonríe. Ambas sabemos que, pese a no ser bienvenida, es necesaria. Empuja a patadas a la racionalidad que chupa mi sangre cual garrapata y deja marcas potencialmente infinitas. La fuerza que ejerce proviene de esa dosis de pensamiento erróneo que habita en la mente dominante… Saber de un error y no poder abolirlo hace derramar aquello que te pertenece y que no puedo convertir en mi propiedad.
Ambos se dicen racionales, pero alguno no lo es. Vos te avergonzás y me avergonzás. Erré, te quise mucho tiempo. Pero ese mucho tiempo hoy se reduce al tamaño de un cesto de basura en el cual -dolorosamente- siento colocarte. No fue amor, fue cariño: una profunda amistad la que cayó sobre las gotas de humedad oscuras.
La angustia de Artaud sigue representándome. Esa “médula” es perfecta, intensa, terriblemente punzante. No son letras, son golpes secos en la garganta… justo en tus ojos de mirada absurda. Pero ahora, me acompaña una bronca que jamás sentí. Puedo reivindicar, entonces, mi teoría sentimental “al que experimenta un sentimiento hermoso muy intensamente, le ocurre lo mismo con uno aborrecible”. El que más ama, más detesta.
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