14.4.07
Cruzar de vereda
El círculo es vicioso, pero tiene un final distinto al comienzo: positivo.
El ser humano “J” muestra indiferencia frente al sujeto “K”.
J, casualmente, obsequia sus oídos a las palabras de K.
J se sorprende.
J se interesa, K nota su interés.
J se cuestiona, K responde.
J y K se comunican.
J quiere mucho a K y viceversa.
J y K son buenos amigos.
J vive momentos difíciles y K también.
J no lo expresa y K sí.
J y K se quieren un poco más.
J no dice, sí hace. K dice, no hace.
J siente la angustia más profunda que jamás haya sufrido (exactamente la que se relata en el post anterior, sobre escritos de Antonin Artaud).
J se desilusiona. K se muestra preocupado.
J comprende, K sigue mostrándose preocupado.
J y K se comunican una vez más.
J no comprende el desinterés que K muestra, pues sus acciones no se corresponden con sus palabras.
J entristece. De K no se sabe nada.
J extraña, siente nostalgia, lamenta y -especialmente- no comprende.
K muestra el interior verde que jamás había expuesto frente a J: prejuicios e inmadurez, sobre todo.
J descubre una realidad que no había podido ver. Nota que nada era tan genial.
K despierta en J toda su bronca y dice: “ocurre que fui caminando de la mano con quien más admiraba y quería. Demostró sentir aprecio y hoy me soltó la mano y me escupió en la cara.”
J quiere toparse con K, hallar sus ojos y hacerle sentir desprecio por sí mismo.
J ignorará a K.
J siempre comprendió todo y nunca habló una palabra. K siempre se jactó de hablar y nunca comprendió nada. La verdad era la misma para ambos, pero no la ubicaban de igual manera sus escalas de valores.
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